Cuando eres joven, envejecer parece una costa lejana, nublada y aterradora. Imaginas el dolor, la pérdida y el peso de los años agobiándote. Te preocupas por el futuro. Te preparas para lo que pueda venir.
Pero ahora, a los 83, lo veo de otra manera. Envejecer se ha convertido en la revelación más dulce. No es triste ni pesado; es ligero. Es ternura. Es alegría.
Claridad a los 83 Es un reflejo de este cambio, bordado en tela y memoria. Estas piezas provienen de sueños: los que tuve de niña y los que me visitan ahora. Provienen de la profundidad de la vida, donde la sabiduría no se expresa con palabras, sino con color, textura y aliento.
Ya no hay necesidad de esforzarse, de empujar, de aferrarse. Solo hay presencia. En estos años, he encontrado una claridad que se me escapaba en la juventud: la serena belleza de simplemente ser. De ver la vida, no a través de la lente de lo que viene, sino con la gracia de lo que es.
Esta obra es mi ofrenda. Una forma de decir que envejecer no es el fin de la luz, sino su matiz más suave. No es algo que temer, es algo que abrazar. Un suave despliegue hacia la paz. Un florecimiento final.
Con gratitud,
Penny Sisto
















