Una vista común en Italia es el paraguas del guía turístico, que lleva a la gente a entrar y salir de iglesias, museos, tiendas de regalos y cualquier puerta que diga helado o espresso. El próximo junio, ocho jóvenes frailes se unirán a mí para una peregrinación en Italia, pero no habrá un paraguas que puedan seguir. En cambio, se les dará una rama de olivo para guiarlos por el camino de la paz, un camino más difícil, donde nos encontramos con Jesús.
La imagen permanente de la paz es el olivo porque requiere años de cultivo para dar fruto. De la misma manera, predicar y trabajar por la paz requiere tiempo y atención cuidadosa para que se realice plenamente. Hoy, podemos ver la guerra en Ucrania como ejemplo. Un alto el fuego, un cese inmediato de la violencia, no traerá la paz. Más bien, la paz necesita tiempo para nutrirse de justicia y reparación. Debe luchar a través de la curación y finalmente encontrar el perdón.
Usando esta imagen, el Papa Francisco predica hoy la paz recordándonos que las raíces del olivo son los Apóstoles. Como nos dice el Apóstol Pablo en su Carta a los Efesios:
“Jesús vino y predicó la paz… para que ya no seamos extranjeros ni advenedizos, sino pueblo de Dios edificado sobre el fundamento de los Apóstoles”.
Estos amigos de Jesús, los Apóstoles, siguieron su ejemplo y predicaron la paz, llevando la reconciliación y la misericordia al corazón de muchos. El Papa Francisco invita a todos los cristianos a nutrirse de nuestras raíces comunes de Apóstoles, superando lo que nos divide haciendo el arduo trabajo de cultivar la paz, como hijos de Dios.
En un intento por fomentar amistades globales durante el Año Internacional de la Paz, San Juan Pablo II se referiría a Francisco de Asís como el Apóstol del Evangelio de la Paz. San Francisco, quien sufrió prisión durante la guerra, encontró el camino hacia la paz interior a través del arduo trabajo de un proceso de conversión orante en el que escuchó a Jesús pedirle que fuera a predicar la paz. Su nueva relación con su amigo Jesús, a su vez, lo llevó a ver a todos los demás como una hermana o un hermano. Esta reconciliación fue la buena nueva de paz interior y social que Francisco predicó en su tiempo.
Los franciscanos todavía están escuchando el llamado de Jesús, quien nos está enviando a hacer el arduo trabajo de predicar la paz en oración en nuestro mundo de hoy. Nutridos por las raíces apostólicas del Hermano Olivo, nos esforzamos por cultivar nuevas formas de compartir el Evangelio de la Paz, con sólo una rama de olivo que guíe nuestros pasos por el camino más difícil de la paz y la amistad.