Por Fray Wayne Hellmann OFM Conv.
Un examen de conciencia es apropiado en este quinto aniversario, el 24 de mayo de 2020. ¿Recuerdas la emoción después de la elección del Papa Francisco? Al menos algunos frailes hablaron de que había llegado el Momento Franciscano. Luego, dos años después, nos entregó ese momento en bandeja, el regalo de Laudato Sí.
Esa encíclica social no solo fue la más larga y completa de cualquier otra encíclica en la época moderna, sino que también fue la primera en basarse de manera pronunciada en fuentes franciscanas (Francisco y Buenaventura). Poco sabía San Francisco que su himno al Hermano Sol entraría en el magisterio papal.
El Papa Francisco dirigió su mensaje a todos los seres humanos del planeta. Durante los últimos cinco años, ha sido el documento papal más leído y citado de la historia. Mucho más allá del mundo católico y en lo profundo del mundo católico global, ha sido recibido con entusiasmo. Hay una excepción notable: los católicos norteamericanos. ¿Es esta vacilación, me pregunto, también la realidad entre nosotros, los frailes norteamericanos, incluso después de que el Papa declarara más tarde el cuidado de la creación como la octava obra de misericordia?
Institucionalmente, hemos avanzado con paneles solares y calefacción/refrigeración geotérmica. Sin embargo, ahora es el momento de preguntarnos cuán profunda y efectivamente esta enseñanza Magisterial se filtra en la conciencia práctica de nuestras propias vidas personales. Como comentó más tarde el Papa Francisco: “La civilización requiere energía, pero la energía no debe destruir la civilización”.
Durante estos días primaverales de silencio protegido aquí en el Monte, me despierto con el canto de los pájaros. Por un paseo nocturno en el bosque, se hincha el concierto completo. El año pasado no me di cuenta. Quizás durante estos días de estancia en casa, nuestros hermanos y hermanas alados disfruten de un soplo de aire más fresco. Ojalá pudiéramos dejar por completo nuestra cadena adictiva de fumar CO2 y vapores de diesel. Mientras celebramos los días de Pascua y Pentecostés, reflexionemos sobre la belleza y la santidad del “fruto de la tierra”, mientras rezamos durante el ofertorio de la Misa.
Si no has leído Laudato Sí, te animo a que lo hagas. Si lo has leído, dale una segunda lectura. El regalo del Papa Francisco para nosotros y el planeta que habitamos sigue siendo más relevante que nunca.