
Recuerdos del Papa Francisco
Por fray Carlos A. Trovarelli, OFM Conv., Ministro General de los Frailes Franciscanos Conventuales
Hablando desde lo más profundo de mi corazón, deseo honrar al Cardenal Jorge Mario Bergoglio, quien se convirtió en el Papa Francisco por medio de un cónclave y el Espíritu Santo.
Conocí a Monseñor Bergoglio en Buenos Aires entre 1996 y 1997. Era el obispo auxiliar a cargo del decanato donde se encuentran nuestro convento y la Curia Provincial. Regresé al mismo convento de 2007 a 2015, esta vez como Ministro Provincial. Para entonces, Monseñor Bergoglio ya había sido nombrado arzobispo y cardenal. Luego vino su sorpresiva elección como Obispo de Roma en 2013 y, aún más sorprendente, adoptó el nombre de «Francisco». Unas semanas después de su elección, fui a Roma, como parte de mi deber como Presidente de la Federación América Latina Conventuales (FALC).
Tenía muchas ganas de saludarlo. Mientras se dirigía a la silla, me vio y me hizo un gesto con el pulgar. Luego, cuando llegó el momento tan esperado de saludarnos (que en realidad fue un abrazo), ¡me llamó por mi nombre!
Presencié una transformación en él. Cuando era arzobispo de Buenos Aires, no siempre fue popular; parecía austero y reservado. Era un pastor de su rebaño, no un "policía de las masas". Nunca rechazó una solicitud de reunión.
En 2010, aceptó mi invitación para presidir una misa durante la Asamblea General de nuestra Orden, celebrada en Pilar, Argentina. Llegó y presidió con discreción. No almorzó con nosotros, sino que comió en la cocina con los cocineros.
Noté la transformación que se produjo tras su elección como Papa, una transformación en su estilo comunicativo y pastoral. El Papa Francisco ya no era solo alguien que respondía amablemente o abría la puerta; venía a tu encuentro; no solo como un pastor dedicado al rebaño, sino como alguien que te veía y te reconocía desde lejos.
Tras mi elección como Ministro General en 2018, nuestro Capítulo General tuvo una audiencia con el Papa. Al entrar en la Sala Clementina, el Papa Francisco se dirigió a la sede, se acercó a mí y me abrazó. Su pontificado ha sido coherente con los principios y valores evangélicos que siempre lo definieron. Creo que interiorizó profundamente el significado de la Misericordia, hasta el punto de que sus gestos se volvieron no solo paternales, sino también maternales y fraternos. Habló a través de signos y decisiones con una capacidad única para orientar y anticipar el futuro. No solo quiso ser coherente con sus opciones de vida y su anuncio evangélico, sino que quiso proponerlos a la Iglesia y al mundo. Se convirtió en un símbolo de su propia visión del mundo y de la fe.
Nunca olvidaré las veces que pude reunirme con él: sus llamadas telefónicas para responderme, sus mensajes escritos a mano, su disposición a verme y escucharme, y el cuidado que tuvo al abordar todo lo que fuera posible para él.
Él era como un padre, una madre y un hermano para mí.