Un Papa misionero para una Iglesia misionera
Primer mensaje del Papa León XIV
¡La paz sea con todos vosotros!

Arriba: El entonces obispo Robert Prevost viaja a caballo para alcanzar a los fieles en la zona rural de Perú. Centro: Cruzando las aguas de las inundaciones de 2017 en Chiclayo, Perú, sirviendo en medio de la crisis. Abajo: El retrato oficial del Papa León XIV en el Vaticano.
Queridos hermanos y hermanas, estas son las primeras palabras de Cristo resucitado, el Buen Pastor que dio su vida por el rebaño de Dios. Quisiera que este saludo de paz resuene en sus corazones, en sus familias, entre todas las personas, dondequiera que estén, en cada nación y en todo el mundo. ¡La paz sea con ustedes!
Es la paz de Cristo resucitado. Una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante. Una paz que viene de Dios, el Dios que nos ama a todos, incondicionalmente.
Aún podemos escuchar la voz tenue pero siempre valiente del Papa Francisco al bendecir Roma, el Papa que bendijo Roma, que bendijo al mundo, al mundo entero, en la mañana de Pascua. Permítanme extenderles esa misma bendición: ¡Dios nos ama, Dios los ama a todos, y el mal no prevalecerá! Todos estamos en las manos de Dios. Así que, avancemos sin miedo, juntos, de la mano de Dios y unos con otros. Somos seguidores de Cristo. Cristo nos precede. El mundo necesita su luz. La humanidad lo necesita como el puente que nos lleve a Dios y a su amor. Ayúdennos, a todos, a construir puentes a través del diálogo y el encuentro, uniéndonos como un solo pueblo, siempre en paz. ¡Gracias, Papa Francisco!
Doy también las gracias a mis hermanos cardenales, que me han elegido para ser Sucesor de Pedro y para caminar junto a vosotros como Iglesia, unida, buscando siempre la paz y la justicia, buscando siempre actuar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, para anunciar el Evangelio sin miedo, para ser misioneros.
Soy agustino, hijo de san Agustín, quien dijo: «Con vosotros soy cristiano y para vosotros soy obispo». En este sentido, todos podemos caminar juntos hacia la patria que Dios nos ha preparado.
¡Un saludo especial a la Iglesia de Roma! Juntos, debemos buscar maneras de ser una Iglesia misionera, una Iglesia que tiende puentes y fomenta el diálogo, una Iglesia siempre abierta a acoger, como esta Plaza con sus brazos abiertos, a todos aquellos que necesitan nuestra caridad, nuestra presencia, nuestra disposición al diálogo y nuestro amor.