Una Reflexión de Fray Don Bassana, OFM Conv.
El Viernes Santo 29 de marzo de 2013, fui invitada a participar en “El Vía Crucis: Una Caminata por la Justicia” y agradezco que el Espíritu Santo me haya movido a vivir ese evento. Cuando me enteré por primera vez, supuse que eran las Estaciones que crecí conociendo como católica de cuna, no podría haber estado más equivocada. Cuando llegamos al centro de Louisville no había cruces ni estaciones a la vista y me quedé perplejo de inmediato. Cuando comenzó la MC, me golpeó como un golpe en la conciencia: esta era una Vía Dolorosa para nuestro tiempo y estábamos a punto de encontrarnos con la cruz que todos los cristianos están llamados hoy no solo a llevar, sino también a alterar o eliminar.
La naturaleza ecuménica de este evento fue un hermoso testimonio para los cristianos unidos en nuestra creencia común en la Cruz y en Jesucristo como nuestro Salvador. Algunas de las organizaciones, patrocinadores y participantes fueron: Iglesias Episcopales de Louisville, Iglesia Bautista Highland, Veteranos de Vietnam Contra la Guerra, Iglesia Católica St. Agnes. El evento fue iniciado hace unos diecisiete años por miembros de la Iglesia Católica St. William en Louisville.
Por supuesto, la Primera Estación es Jesús condenado a muerte, y ocurrió fuera del juzgado donde se dictan los juicios y se dictan las sentencias. Fuimos llamados a considerar el juzgar y condenar que hacemos todos los días a nuestros hermanos y hermanas. A medida que avanzábamos, cada estación se detenía frente a algún edificio o área que ejemplificaba el atributo sobre el que la estación nos llamaba a reflexionar. Reflexionamos sobre temas de Pacificadores, Inmigración, Abundancia de Dios, Sanidad y Compasión, entre otros. Cada parada colocó frente a nosotros una posibilidad para que la humanidad haga un cambio para nuestros hermanos y hermanas, y aguijoneó nuestra conciencia con preguntas tácitas como "¿dónde está mi compasión?", "¿a qué estoy llamado a hacer?", "¿qué vas a hacer?" hacer."
Ahora, después de experimentar tal evento, surge la pregunta inevitable: ¿cómo afectará mi vida? ¿Cómo podemos acompañar a los que sufren y no sucumbir a la desesperación? ¿Cómo podemos solidarizarnos con los perseguidos e inocentes y no resignarnos a la apatía? ¿Cómo caminaremos nuestra Vía Dolorosa iluminados por la luz del Espíritu Santo para dar esperanza a los demás en el camino?