Papa Francisco en Consuelo
De Misericordia y Misera
La Carta Apostólica de clausura del Año Jubilar de la Misericordia
Otro rostro de la misericordia es consuelo. “Consuelen, consuelen a mi pueblo” (Is 40,1) es la súplica sentida que el profeta continúa haciendo hoy, para que llegue una palabra de esperanza a todos los que experimentan el sufrimiento y el dolor. No nos dejemos robar nunca por la esperanza que nace de la fe en el Señor Resucitado. Cierto, a menudo somos duramente probados, pero nunca debemos perder nuestra certeza del amor del Señor por nosotros. Su misericordia se expresa también en la cercanía, el afecto y el apoyo que muchos de nuestros hermanos y hermanas pueden ofrecernos en los momentos de tristeza y aflicción. El secado de las lágrimas es una forma de romper el círculo vicioso de la soledad en el que muchas veces nos encontramos atrapados.
Todos necesitamos consuelo porque nadie se salva del sufrimiento, del dolor y de la incomprensión. ¡Cuánto dolor puede causar un comentario rencoroso nacido de la envidia, los celos o la ira! ¡Qué sufrimiento tan grande provoca la experiencia de la traición, la violencia y el abandono! ¡Cuánto dolor ante la muerte de un ser querido! Y, sin embargo, Dios nunca está lejos de nosotros en estos momentos de tristeza y angustia. Una palabra tranquilizadora, un abrazo que nos hace sentir comprendidos, una caricia que nos hace sentir amor, una oración que nos fortalece… todas estas cosas expresan la cercanía de Dios a través del consuelo que nos ofrecen nuestros hermanos y hermanas.
A veces también, silencio puede ser de ayuda, especialmente cuando no encontramos palabras para responder a las preguntas de los que sufren. La falta de palabras, sin embargo, se puede suplir con la compasión de una persona que está a nuestro lado, que nos ama y que nos tiende la mano. No es cierto que el silencio sea un acto de entrega; por el contrario, es un momento de fuerza y amor. El silencio pertenece también a nuestro lenguaje de consolación, porque se convierte en una forma concreta de compartir el sufrimiento de un hermano o una hermana...
La Santa Madre de Dios nos mira siempre con sus ojos de misericordia. Ella es la primera en mostrarnos el camino y acompañarnos en nuestro testimonio de amor. Como suele mostrarse en las obras de arte, la Madre de la Misericordia nos reúne a todos bajo la protección de su manto. Confiemos en su asistencia materna y sigamos su consejo perenne de mirar a Jesús, rostro radiante de la misericordia de Dios.
Nuestra Señora de la Consolación, ruega por nosotros.