Uno de los trucos más grandes que han hecho las corporaciones fue hacer que el impacto ambiental fuera la preocupación del cliente. “Si usas nuestro producto, ¡asegúrate de reciclarlo!” Lea: concéntrese en hacer que esa botella de plástico se convierta en la papelera de reciclaje, no en si deberíamos haber hecho botellas de plástico en primer lugar. En lugar de asumir la responsabilidad de sus propias acciones, muchas entidades corporativas transfieren la responsabilidad ambiental al público. Por sutil que sea, este es un enfoque contradictorio.
La Iglesia propone una actitud diferente: la escucha. Recientemente, la palabra “sinodalidad” se ha convertido en una especie de palabra de moda; en su centro está el reconocimiento de que, debido a que somos un cuerpo en Cristo, los obispos están llamados a dirigir la Iglesia comunitariamente. En 2021, el Papa Francisco inició una preparación única para un Sínodo, pidiendo a los obispos de todo el mundo que busquen la opinión de los laicos en sus diócesis, permitiendo que todos sean escuchados como co-colaboradores en la misión de la Iglesia.
Una vida de humildad y servicio depende de la escucha. Aunque se nos invite a compartir nuestras perspectivas, es nuestra responsabilidad escuchar primero para saber qué estamos llamados a compartir. Dios nos habla de muchas maneras: personalmente, en comunidad, espiritualmente. Entre tantas otras voces que claman, Dios nos habla especialmente en los que sufren.
Esto significa que escuchar a los pobres y escuchar a la tierra van de la mano. Si bien sabemos que, a la larga, la destrucción del medio ambiente dañará a toda la humanidad, a corto plazo, la contaminación y la destrucción del medio ambiente suelen afectar a los pueblos vulnerables. ¿Encontrarás fábricas arrojando desechos tóxicos en barrios ricos o en barrios pobres?
A medida que la Iglesia escuche a sus miembros, surgirán nuevos llamados del Espíritu Santo. Sin embargo, espero que el proceso sinodal no termine aquí, sino que se convierta en parte de cómo desafiamos a las naciones y corporaciones internacionales a asumir la responsabilidad y escuchar. Todos nosotros, desde los laicos hasta el director general corporativo, estamos llamados a escuchar a Dios, a los últimos ya la tierra. Estamos llamados a actuar a favor y no en contra de los más vulnerables.