En la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Papa Francisco abrió las puertas de bronce de la Basílica de San Pedro inaugurando simbólicamente el Año de la Misericordia. El Papa Emérito Benedicto XVI fue uno de los primeros peregrinos en pasar por la Puerta Santa.
El Papa Francisco nos recuerda que “no debemos tener miedo: debemos dejarnos abrazar por la misericordia de Dios, que espera por nosotros y perdona todo”.
Padre Jim Kent, OFM Conv., ministro provincial, señala que mientras celebramos el Año de la Misericordia, es apropiado que recordemos que la mayor misericordia de todas es el don del Hijo de Dios.
Señor Jesucristo,
nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre celestial,
y nos has dicho que quien te ve a ti, lo ve a Él.
Muéstranos tu rostro y seremos salvos.
Tu mirada amorosa libró a Zaqueo ya Mateo de la esclavitud del dinero;
la adúltera y Magdalena de buscar la felicidad sólo en las cosas creadas;
hizo llorar a Pedro después de su traición,
y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Escuchemos, como dirigidas a cada uno de nosotros, las palabras que dijiste a la mujer samaritana:
“¡Si conocieras el don de Dios!”
Eres el rostro visible del Padre invisible,
del Dios que manifiesta su poder sobre todo por el perdón y la misericordia:
sea la Iglesia vuestro rostro visible en el mundo, su Señor resucitado y glorificado.
Quisiste que también tus ministros se vistiesen de debilidad
para que sientan compasión por los que están en la ignorancia y el error:
que todo el que se les acerque se sienta buscado, amado y perdonado por Dios.
Envía tu Espíritu y conságranos a cada uno de nosotros con su unción,
para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor,
y tu Iglesia, con renovado entusiasmo, lleve la buena nueva a los pobres,
proclamar la libertad a los cautivos y a los oprimidos,
y devolver la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia,
tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén.