Mientras reflexiono sobre las etapas finales de mi formación inicial en el noviciado, no puedo dejar de pensar en cómo Dios siempre logra sorprendernos. “¿Por qué no hacer que todos en el mundo compartan esta experiencia de noviciado contigo, aunque sea solo por algunos meses?” Durante este tiempo de autoaislamiento de nuestras actividades cotidianas, me gustaría compartir mi experiencia y mis reflexiones al respecto y, con suerte, compartir mi perspectiva positiva durante este "tiempo de espera mundial".
Cuando comencé mi noviciado, estaba bastante abrumado por la cantidad de tiempo que podía sentarme en silencio y lo largo que parecía, recuerdo que un solo día se sentiría como dos. Las tareas domésticas y los pasatiempos personales me mantenían ocupada. Tener una dieta adecuada y desarrollar una rutina de ejercicios sin duda ayudó a pasar el tiempo. Sin embargo, por mucho que nos gustaría llenar nuestro día con una combinación interminable de tareas domésticas y pasatiempos, no lo olvidemos, esto abre una ventana para elevar nuestra vida de oración y ser agradecidos. A través de mi experiencia, he llegado a admirar y respetar a aquellos que voluntariamente eligen esta forma de vida aislada.
Mi esperanza para mí y para los demás es cuando nos sentimos desesperanzados y la tristeza que puede irradiar de nuestro día a día miremos hacia el árbol de la vida, el que lo creó todo y admitamos que tenemos miedo. Hagamos de esta realidad nuestro propio Getsemaní, acudiendo a Dios en nuestra angustia por el temor de lo que sucedería sino de apertura a la voluntad del Padre.