El Magnificat – La oración de acción de María
Por Sue Kurita
Juez Estatal de Texas y Miembro del Tribunal Diocesano en El Paso, TX
En agosto celebramos no sólo la fiesta de la Asunción (15 de agosto) sino también la fiesta de la Transfiguración (6 de agosto). Celebramos la fiesta de San Lorenzo (10 de agosto), así como las fiestas de tres santas importantes: Santa Clara (11 de agosto), Santa Rosa de Lima (23 de agosto) y Santa Mónica (27 de agosto). ). Agosto también es el mes en que conmemoramos a tres mártires franciscanos: el Beato Miguel Tomaszek, el Beato Zbigniew Strazalkowski (9 de agosto) y San Maximiliano Kolbe (14 de agosto). Son personas santas de acción y transformación.
En el Evangelio leído sobre la Asunción, María proclama “la grandeza del Señor”. (Lc.1:46) El Magnificat, su oración también conocida como Canto de María, o Cántico de María, es uno de los himnos cristianos más antiguos.
Desafortunadamente, la mayoría de la gente se centra sólo en el primer versículo, donde María se regocija de ser favorecida como “una humilde sierva” (Lc. 1:46). Esta imagen pinta erróneamente a Santa María como pasiva, humilde y débil. En realidad, su oración, la narración más larga de cualquier mujer bíblica, no es sólo una oración contemplativa, sino también una fuerte oración de acción. María aboga por los temerosos, los débiles, los humildes, los hambrientos y los hijos olvidados de Dios. María describe a un Dios fuerte y comprometido que muestra misericordia y levanta a todos Sus hijos. Su oración alaba el cumplimiento por parte de Dios de “su promesa… a Abraham y a su descendencia para siempre” (Lc. 1:55).
Magnificat significa magnificar; significa aumentar. Es un llamado a fortalecer, elevar, realizar y ayudar a los necesitados. Es un llamado a transformarnos y es un desafío para cada uno de nosotros a crecer en el reino de Dios, para que podamos hacer crecer el reino de Dios. Su oración no sólo es inspiradora, sino que es tan revolucionaria que tres países (India, Guatemala y Argentina) han prohibido su recitación pública.
María se transformó de una simple niña humilde en la mujer a quien “…todas las generaciones llaman…. Bienaventurados” (Lucas 1:48). A través de ella se cumplió la promesa de Dios. Jesús vino y usurpó los reinos terrenales de los impíos, dispersó a los soberbios y dispersó a los arrogantes.
El Magnificat es una oración que nos fortalece a todos. Nos desafía a transformarnos en algo más grande para que podamos exaltar mejor a Dios nuestro Salvador a través de la acción. Al igual que el pueblo santo celebrado en agosto, se nos pide no sólo que creamos en la promesa de Dios, sino que vivamos esta promesa y, si somos llamados, que muramos por ella.