En su homilía del 1 de enero de 2017 para la Solemnidad de María, Madre de Dios, el Papa Francisco comenzó el Año Nuevo recordándonos que “somos un pueblo con una Madre; no somos huérfanos… Donde hay una madre, hay unidad, hay pertenencia, pertenencia como hijos”.
Recordar esto puede prevenir la enfermedad corrosiva de convertirse en “huérfanos espirituales… teniendo un corazón narcisista capaz de mirar solo sus propios intereses. Crece cuando olvidamos que la vida es un don que hemos recibido y debemos a los demás, un don que estamos llamados a compartir en esta casa común”.
Terminó diciendo:
Jesús, en el momento de su último sacrificio, en la cruz, no quiso quedarse con nada para sí mismo, y al entregar su vida, nos entregó también a su Madre. Le dijo a María: Aquí está tu hijo; aquí están tus hijos. Nosotros también queremos recibirla en nuestros hogares, nuestras familias, nuestras comunidades y naciones. Queremos encontrarnos con su mirada materna. La mirada que nos libera de ser huérfanos; la mirada que nos recuerda que somos hermanos y hermanas, que yo te pertenezco, que tú me perteneces, que somos de la misma carne. La mirada que nos enseña que tenemos que aprender a cuidar la vida de la misma manera y con la misma ternura que ella lo hizo: sembrando esperanza, sembrando sentido de pertenencia y de fraternidad.