Viajando Juntos
por fray Mario Serrano, OFM Conv.
Un camino a seguir no pasa por marginar aún más a nuestros hermanos y hermanas.
Un camino a seguir viene con consuelo y reconciliación.
La práctica religiosa está disminuyendo radicalmente; esto no es ningún secreto. Nuestras hermanas y hermanos que optan por no participar no se ven iguales, ni tienen el mismo nombre. Algunos son ateos, negando explícitamente la existencia de Dios. Otros son agnósticos, abiertos a aceptar la existencia de Dios pero permanecen indecisos. Y más recientemente, muchos se han dado a conocer como los "Ningunos".
Cuando se les pregunta a qué fe pertenecen, responden “ninguna”.
A menudo me encuentro conversando con los “Nones”; sin embargo, más recientemente, mientras estaba en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Consolación durante los días en que miles de peregrinos se dirigían a Carey, Ohio, para la Fiesta de la Asunción de María. Allí tuve una conversación con un joven. Fue entonces cuando descubrí los "Dones".
Él, como muchos, había llegado a definirse a sí mismo como "Hecho", hecho con la religión y hecho con la iglesia. Sin embargo, ambos nos encontramos en Nuestra Señora de la Consolación para un día de fiesta especial.
Durante la conversación, habló de la pérdida de su madre debido al COVID-19 y cómo sintió que la Iglesia no estuvo presente con su familia durante sus momentos críticos. Aunque se sentía abandonado, estaba cumpliendo con uno de los últimos pedidos de su madre. Ella le había pedido que se dirigiera al Santuario para orar por ella.
Le pregunté cuándo fue la última vez que estuvo en el Santuario el día de la fiesta. Mencionó que fue hace casi 20 años. Confesé que yo tampoco había vuelto al Santuario desde hacía aproximadamente el mismo número de años. La última vez fue cuando estaba en Formación Inicial.
No pude evitar hacer la conexión de que ambos podríamos haber estado en el mismo lugar hace 20 años. El tiempo había pasado y nuestros caminos, aunque diferentes, ahora convergían, porque estábamos huérfanos de madre y presentes en un lugar donde la patrona era una Madre de Consolación.
Nuestra conversación finalmente pasó al sacramento de la reconciliación. Antes de su partida dije:
“María os acompaña en vuestro dolor y busca consolaros. Ella conoce bien el dolor de la pérdida. Oren a María y oren a su madre, y sepan que esta conversación es una forma de oración. Siente la cercanía de María y de tu madre hacia ti. Ambos anhelan saber de ti;” Estaba abrumado por las lágrimas ya que no había pensado en hablar con su madre durante este tiempo de gran ausencia. Llegué a la conclusión de que la Iglesia también sentiría una gran pérdida si él decidiera “terminar” con ella.
Al fin y al cabo, todos nosotros, creyentes y no creyentes, incrédulos e inquisidores, compartimos una humanidad común y tendremos que aprender a escucharnos unos a otros, aprender a afligirnos con oración y sanamente para hacer un camino a seguir, con suerte aprendiendo a consolarnos unos a otros. Esto podría tener muchas implicaciones hermosas.
Nuestra Señora de la Consolación, ruega por nosotros.
Ore por todos los "Nones" y los "Dones" y todos los que hacen lugar para el Espíritu de Esperanza.