Participando en la Obra Redentora de Cristo:
El viaje de un novato
Por fray André Miller, OFM Conv.
Junto con los catecúmenos que pasan por sus propios 'escrutinios' ahora mismo antes de ser bautizados el Sábado Santo, nosotros, los novicios, también estamos recibiendo un tipo de consulta llamada "escrutinio" del Ministro Provincial antes de nuestra profesión de votos temporales en el verano. Una pregunta que se formula traspasa el corazón de la formación: “¿Por qué deseas hacer votos?” ¡Naturalmente, se esperaría que un novato tuviera algún tipo de respuesta después de casi un año de pensarlo!
Sin duda hemos estado reflexionando sobre tal cosa, gracias al tiempo estructurado y las circunstancias asignadas para la meditación, el trabajo y la recreación comunitaria. Todos estos componentes sirven como vehículos para explorar el llamado de Dios y formar una respuesta. Sin embargo, cuando llegó el momento de formular una respuesta concisa, ¡quedé un poco perplejo! Intentar expresar de manera cohesiva una convicción interior profunda que se formó a través de muchos momentos de mi discernimiento y formación terminó siendo un poco más difícil de lo que pensaba. Es lo que imagino que es la sensación de intentar describir tonos de rojo a alguien daltónico.
Sin embargo, mientras seguía reflexionando, formulé una respuesta aproximada: es mi mejor intento de responder radicalmente al amor radical de Dios, en las formas específicas que se me han mostrado, a través del método “loco” de San Francisco, que es 'hacerlo'. observar el Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo viviendo en obediencia, sin nada propio y en castidad. La vida franciscana es de oración, ministerio y fraternidad, y creo que Dios me la ha ofrecido como un hermoso drama que es el medio para la santificación personal, del cual fluye el fascinante camino de participar en la obra redentora de Cristo para la salvación de almas de las que tiene sed. A medida que mi vocación se desarrolla – la profundización del llamado y la respuesta entre mi Dios y yo – y me acerco a profesar los primeros votos con emoción, nerviosismo, alegría y un sinfín de emociones, ahora me resulta fácil decir: “Bueno, ¿quién ¿No quieres vivir una vida franciscana?