
Dios nos confió la tarea de cuidar el mundo. Ahora tenemos la responsabilidad de cuidarlo y protegerlo, incluyendo a todas las personas que forman parte de esta creación. La protección de la dignidad humana es el enfoque del Centro de Refugiados Sagrada Familia en El Paso, Texas. Fue establecido por el fraile franciscano, el padre Jarek Wysoczanki, y un grupo de voluntarios locales.
A la entrada de nuestro Centro de Refugiados en Casa Zibi, Jessica y Ana Guerrero pintaron un mural que refleja la belleza de las tierras que nos dejan nuestros huéspedes, que vienen de más de 26 países. Además, el mural expresa nuestro amor por la creación y, al mismo tiempo, nuestra preocupación por el deterioro de la tierra. Como nos recuerda la encíclica del Papa Francisco, “Laudato Si!” (n. 63): “La tierra, nuestra casa, está empezando a sufrir los efectos de un deterioro progresivo”, provocando el abandono y la huida forzada de tantos refugiados.
Dios es el creador de toda la realidad, y debemos cuidar tanto de lo “visible como de lo invisible”. Como proclama el Credo de Nicea, creemos en “un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles”. Esta verdad fundamental nos llama a honrar la creación de Dios no solo a través del cuidado de la tierra sino también en la forma en que defendemos la dignidad de cada ser humano, hecho a su imagen. En este sentido, el cuadro de nuestro Centro, de un autobús lleno de inmigrantes con María, José y Jesús vestidos de refugiados, tiene un profundo impacto. Nos recuerda que Dios se encarna y se hace presente en el rostro de cada uno de nuestros hermanos y hermanas que vienen a nuestro Centro. Todos somos hermanos y hermanas, conectados entre sí. Esta es la encarnación: el cuerpo de Cristo presente en cada uno de nosotros.
El mensaje cristiano, centrado en la encarnación del Hijo de Dios, es una invitación a redescubrir la vida cristiana como verdadera alegría. Como dice la “Evangelii Gaudium” (n. 176): “La noticia de que Dios se hizo hombre es la gran noticia que llena de alegría al mundo entero”. Esta alegría no es sólo una emoción superficial, sino un estado profundo de saber que Dios está con nosotros, en nuestra vida cotidiana (“Evangelii Gaudium”, n. 178). En el Centro de Refugiados vivimos esta alegría a través de los testimonios de los refugiados, cuando comparten: “Esta fue mi primera noche tranquila y serena… gracias”, o agradecen el amor y la paz que se experimentan aquí. La Encarnación es un misterio de amor y cercanía, pero también el fundamento de nuestra esperanza cristiana, ya que Dios se hizo hombre para salvarnos.
En Zibi House encontramos otro mural con muchas caras pintadas, que representa la visión de “Fratelli Tutti”. Esta pintura expresa el deseo de crear una fraternidad global y una vida digna, basada en la unidad humana, el amor y la solidaridad. Nuestro Centro de Refugiados Sagrada Familia es un lugar para ofrecer esperanza cristiana a toda la humanidad, un espacio donde todos pueden experimentar la hospitalidad acogedora y el amor de Dios.
La frase “espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro” no sólo remite a un anhelo lejano, sino que nos invita a vivir el presente con esperanza, justicia y amor, según los valores del Reino de Dios. Desde las periferias de Estados Unidos, en la frontera con México, tratamos de “encarnar” una vida de servicio al estilo de San Francisco de Asís, con un compromiso radical con los más necesitados.
Seguir a Cristo implica acoger a los demás, especialmente a los más vulnerables. A través de los servicios que presta el Centro de Refugiados Sagrada Familia, lo hacemos realidad cada día, mostrando que la encarnación se vive a través del amor y el servicio a los demás. Los oprimidos por la pobreza, los inmigrantes, son objeto de nuestro amor preferencial en nuestro centro.