
Vagando con propósito: una vida arraigada en la promesa del Credo
Fray Charlie McCarthy vivió con la expectativa de esa promesa, abrazando cada nuevo lugar y llamado con la fe y la esperanza de quien sabe que este mundo es sólo un paso hacia la eternidad. Sus casi 50 años como franciscano conventual fueron un camino de servicio, guiado por la creencia de que nuestro destino final es la unión con Dios.
Como escribió J. R. R. Tolkien: “No todos los que deambulan están perdidos”. El peregrinar de Charlie fue un peregrinar con propósito y devoción. Desde América Central hasta Dinamarca, desde Texas hasta Minnesota, desde Illinois hasta Kentucky y, finalmente, entre los habitantes de Laguna Pueblo en Nuevo México, caminó junto a personas de muchas culturas y orígenes, llevando la presencia de Cristo dondequiera que iba. Administraba los sacramentos, predicaba el Evangelio y, quizás lo más memorable, escuchaba. En la liturgia de su Vigilia, una historia tras otra daban testimonio de la forma en que ayudó a otros a ver sus vidas a través de la lente de la fe y la esperanza.
El Papa Francisco dijo una vez que quería obispos y sacerdotes que “huelan a oveja”, pastores que estén inmersos en la vida de aquellos a quienes sirven. Charlie encarnaba ese llamado. Ya fuera friendo pollo en el Mount Picnic, rellenando boletines con folletos vocacionales o persuadiendo a los obispos de Suecia para que introdujeran el RCIA (Rito de Iniciación Cristiana para Adultos) en sus diócesis, siempre estaba en el centro de todo, trabajando junto a la gente con alegría y humildad.
El camino que ha recorrido Fray Charlie lo ha llevado a la plenitud de la vida que tan fielmente proclamó. Al recordarlo, recordamos la promesa final del Credo: que nuestra fe no es en vano y que, como Charlie, también nosotros estamos llamados a caminar con esperanza hacia la vida del mundo futuro.